29/12/08

En ventura hay un juglar

Mírenlo normal,
con ojos persuasivos
de intimidades insolubles.
Con historias desteñidas
de finales remendados
y palabras volubles.

Se pasea entre ustedes
mendigando tiempo.
Le sonríe a los buses
y bisbisea a los maniquíes de los almacenes.
Triste trovador con absoluta imaginación
en cada una de sus sienes.

Tiene ya los mismos años que la tierra misma,
tiene ya todas las hambres
que un solo cuerpo pueda soportar.
Y su amor,
le basta para enamorarse de todos ustedes.

Inocente de los rechazos,
ignorante de la indiferencia
y preso oculto de sus tristezas.
Simpleza se llama su vida
y perezoso su estilo andante.

El duerme debajo del techo de Dios
y se baña en tus fuentes ostentosas,
se viste de periódicos
y se perfuma con rocío de la mañana,
feliz mendigo de las monedas que le das
y que gasta en lápices y en hojas.

La bohemia pluma de su ingenio
llena de poemas los papeles,
y su única misión es ir poniendo tildes,
con su sinfín de marcadores reciclados,
a todos los letreros de almacenes, avisos y afiches
de las avenidas de tu ciudad,
valiente héroe de la correcta ortografía.

Mendigo, loco, indigente,
ambulante o reciclador.
Todos ellos ofensivos nombres
para el último de los caballeros de su estirpe,
el callejero...
El triste poeta andante trovador.